[Nota de presentación
En un contexto de retroceso en la educación en México, debido a las contra reformas de Enrique Peña Nieto, se está afectando, laboralmente, a las y los maestros del país. La Universidad de Guadalajara no es la excepción, Va la siguiente aclaración que dirigí a las autoridades universitarias, como muestra de lo que está ocurriendo en nuestra atribulada nación en el ámbito educativo.]
Guadalajara, Jalisco, a 8 de septiembre de 2015
Dr. Héctor Raúl Solís Gadea,
Rector del Centro Universitario de
Ciencias Sociales
y Humanidades, de la Universidad de
Guadalajara.
Una explicación
necesaria
El semestre 2015 “B”
acaba de iniciar, el 17 de agosto y por razones no precisamente
personales he decidido dejar de impartir el Seminario de Filósofos
del Siglo XX (II), del Departamento de Filosofía, así como el
Seminario Antropología del Cuerpo y la Salud, del Departamento de
Historia, los dos pertenecientes a la División de Estudios
Históricos y Sociales del Centro Universitario de Ciencias Sociales
y Humanidades .
No se trata de una
renuncia.
La decisión, esa sí
personal, no la hice sin dolor, cosa que les dije a mis alumnas y
alumnos, porque si alguien me merece respeto en esta Universidad son
ellas y ellos; después les avisé a las autoridades, el Jefe de
Departamento de Filosofía y el Coordinador de Carrera de
Antropología, porque era mi obligación.
Duele decir, y esto ya
no es del ámbito de lo personal, que lo que me paga la Universidad
de Guadalajara ya no me permite vivir y que cualquier trabajador
manual, un electricista, un fontanero (tengo los ejemplos concretos a
la mano), supera con creces lo devengado por dar clases, la
exorbitante suma de $ 60.00 pesos por hora clase (incluyendo los
apoyos, risibles).
¿Es necesario aclarar la
dimensión cualitativa que se juega en el quehacer docente?
Y dejo de lado todas las
irregularidades que he padecido, de un modo o de otro; la última es
que me cambiaron el curso de Antropología del cuerpo y la salud de
día y de hora sin siquiera avisarme, ya no digo tomarme en cuenta;
eso en los dos Departamentos.
También dejo de lado la
suspensión de pagos, luego restituida, el pre-registro, etcétera;
cosas sobre las que nos pronunciamos y aunque se echaron atrás
ciertas iniciativas, nunca tampoco hubo una respuestas clara por
parte de las autoridades.
De modo que, bajo esa
situación, decidí dejar los cursos mencionados para buscar otras
alternativas, cursos independientes, por ejemplo, pues a pesar de que
el presupuesto de la Universidad de Guadalajara ha sido incrementado
significativamente, sus autoridades, en un uso muy discrecional del
mismo, prefieren pagar altos, muy altos honorarios a sus mandos
medios, antes que a sus
profesoras y profesores.
Mi apuesta es, como la ha
sido toda ni vida, por el deseo.
No es que ya no hubiera
querido seguir con esas clases; lo que pasa, insisto, es que ya no
podía seguir así; sobre todo porque, como es sabido, cada semestre
cambio el contenido de mis cursos, como pueden constatarlo las
alumnas y alumnos que los han cursado. Cuestión que me implica mucho
más atención de la ordinaria.
Dejo de lado el asunto de
los libros y sus costos, cosa que le dije en una carta abierta al
Rector General de la Universidad, Tonatiuh Bravo Padilla, misma que
fue radicalmente ignorada, lamentablemente.
Tengo actualmente tres
cursos, como profesor de asignatura; dos en el Departamento de
Filosofía (Filosofía de la Psicología y el Seminario sobre
Nietzsche) y uno en el Departamento de Historia (Antropología de las
Emociones).
Aparte, claro, de los
compromisos por fuera de la Universidad, sin los cuales simplemente
no podría vivir.
Como dije antes, apostaré
por cursos independientes, cada vez más difíciles por la actual
situación económica, pero los que, en tanto no se rigen por la
lógica universitaria, proporcionan otras satisfacciones, aparte de
las monetarias (de ninguna manera para hacerse rico, por supuesto).
Me gusta dar clases, lo
disfruto, me siento con la vocación necesaria para esta noble labor.
Es por ello que, repito,
no se trata de renunciar; de lo que se trata es de tener mejores
condiciones de vida para, a su vez, poder desempeñarme mejor en mis
cursos, que son menos.
De ahí que, para
terminar, me llame la atención que antes que otra cosa, la
Universidad, sus autoridades, pongan el asunto de mi renuncia como lo
más prioritario.
Ello a pesar de que soy
profesor de la Universidad de Guadalajara desde 1978, mi código es
el 780889.
¿Insensibilidad? No,
dirán, exigencias administrativas.
¿Quiere decir que nos
les importó las razones por las que dejé de dar esos cursos?
También a ellos les
expliqué, como lo hice con mis alumnas y alumnos.
De modo que a buen
entendedor, pocas palabras.
He aquí, pues, lo que
considero como una explicación necesaria, que espero valga, no sólo
administrativamente, sino, sobre todo, en cuanto argumento desde mi
ser de maestro, calidad que son las y los alumnos los únicos capaces
de otorgar.
Me someto a su juicio con
la conciencia tranquila.
En cuanto a los
funcionarios, como dice el dicho, que con su PRI (quiero decir con su
PAN) se lo coman. O con su PRD, que para el caso es lo mismo.
Atentamente
J. Ignacio Mancilla
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